Sus bronceadas señorías.- La legislatura, gotosa e hidrópica, llega renqueando al descansillo del verano. Todavía quedan algunos peldaños que subir hasta llegar al último tramo, si es que se llega algún día. Los santos impacientes de las Cámaras donde se cocinan las leyes se tiran nerviosos de los pelos del bigote, tratando de adivinar el día exacto en que verán por fin al señor de todos los enredos no comer en sus manos, pero sí al menos suplicarles sus votos.
Tal vez no sepan que el dueño de todos los pastos tiene ya trazada la carta de marear para después del verano y se ha asegurado una navegación soporífera pero sin sobresaltos para el otoño. El verano, como de costumbre, será de trámite. No habiendo ministros ni guardianes de los secretos de Estado a los que cesar, toda la novedad consistirá en unas cuantas subidas de precios de productos básicos y de ciertos tramos de la escala impositiva. Nada relevante. Podremos dedicarnos a lo que los políticos parecen empeñados en ponernos difícil: buscar un trabajo que nos permita seguir tirando, nosotros también, otra legislatura.
En septiembre sus bronceadas señorías volverán todas a ocupar el escaño tan duramente peleado en la casa de mareantes. Tendrán un aspecto inmejorable. Tostados por el sol y la brisa marina, se sentirán con energías más que suficientes para intentar, una vez más, seguir en sus escaños. Ahora que el deporte de moda ya no es, como en la primera legislatura, hacerle el vudú al primer partido de la oposición, sino averiguar cuál va a ser este partido, habrá que intentar el asalto a los cielos por una vía inédita, como la que abrió en su día “L. B.” en el Everest.
Suponiendo que en política pueda haber algo inédito, lo cual es mucho suponer, el talento de nuestros navegantes por mares de papel consistirá en seguir dando la impresión de que enseñan músculo al Lord Protector mientras le siguen dando carta blanca para que siga haciendo su ingenioso encaje de bolillos con la mayoría sumisa de la Cámara. Juegos no demasiado sencillos pero factibles, habida cuenta de las tragaderas que demuestra tener un electorado hasta hace bien poco nada dado a modificar los equilibrios entre mayorías y minorías, por poco estimulantes que puedan ser unas y otras para el sufrido pechero.
Nostradamus aconsejaría a los señores diputados y senadores, o senadores y diputados, que tanto monta, que no se duerman demasiado en los laureles este verano. La ocasión es propicia, dado que son los únicos ciudadanos de este planeta sacudido por la crisis que pueden irse de veraneo teniendo la absoluta certeza de que a la vuelta van a encontrar libre su poltrona y de que en su cuenta corriente va a seguir ingresando el sueldo o los sueldos habituales, como si lo que tiene lugar fuera de la Administración no rezase con ellos. Pero eso no significa que no se puedan encontrar con sorpresas desagradables. Igual que en el reino animal hay predadores que cazan de día y de noche, en el de la política hay cazadores de todas las estaciones que no se echan a dormir cuando el período de sesiones entra en hibernación. Vacaciones sí, pero con los ojos bien abiertos y los oídos alimentados continuamente por los cuchicheos de los barruntes enviados a escuchar los rumores de la calle. Atención a estos últimos. A Nostradamus le gustaría decir un par de cosas acerca de ellos en una próxima entrega.