Un taller del siglo XXI en una calle con su historia

En el mismo espacio donde hoy está instalado nuestro Taller de Ediciones y La Cueva de Zaratustra (rúa dos Ferreiros, 3, Pontevedra) estuvo enclavada con anterioridad la casa familiar de Pepe Durán y el Taller de Costura de Evangelina Iglesias, los padres de José Antonio y Manuel Durán.

En el corazón ya histórico (hoy peatonal) de la ciudad. En la antigua bajada que conduce desde el Palacio Municipal de Sesmeros al río Lérez por el barrio de la Moureira. Uno de los lugares más entrañables y transitados de la boa vila desde que se abatió la muralla.

La calle de donde salía San Julián, patrón de los zapateros y el más peripuesto de los santos que procesionan el día de Corpus. Donde tuvieron casa y jardín los Mucientes. Razón de que morara en ella con frecuencia su sobrino: Manuel Portela Valladares, Caralla Campante, residente a la sazón entre Barcelona y Madrid, y el motivo por el que (siendo masón, y de máximo grado), llevó una vez el estandarte de San Roque en las Fiestas de la Peregrina. A muy pocos pasos de donde vivió con su madre (la bella Matilde, que pasó de novicia a librepensadora, protagonizando el primer entierro civil de la historia de Pontevedra) el hermano de padre del propio Portela, Enrique Heraclio Botana, la máxima figura histórica del socialismo gallego y uno de sus mártires (en la foto, madre e hijo, por Bocconi). Vecinos, en definitiva, de otros antagonistas históricos de los citados, del relieve de los Gutiérrez de Soto…

Espacio entrañable que comenzaba con la desaparecida casa, tan bella, de los Rodríguez Dios y la modesta frutería de Norata, sita en los bajos de la también desaparecida casa de la viña de parra de los Pedrosa, convecinos de toda la vida de los Durán. Calle que desemboca en la plaza de Concepción Arenal, donde jugábamos nuestros partidillos y se celebraba con hoguera la noche de San Juan.

Portela ejerciendo de Caralla
Campante
, por Bagaría.

Entre unas y otras casas, creando un cierto ambiente de familia extensa, convivieron durante muchos años los Pedrosa, Casalderrey, Casas Pasarín, Duyos, Mercadillo, Aramburu, Chalala, Guiance, Castejón, Saavedra, Torres, Pou, Victorino, Anselmo, Pedro Farto, Amparito, Berta, la señora Carmen, Pura y Generosa, la tía Manuela, Paco el zapatero, los relojeros de las Ruínas… El centro de reunión se situaba en torno a Pepe, desde que llegó con su familia, abriendo y animando el Bar Atrevido y (fuera ya de mi tiempo) los Carnavales de la ciudad. Seso era por aquel entonces el jefe indiscutible de nuestras “guerras” urbanas y Segundo nuestra máxima figura deportiva (si exceptuamos el breve paso de Pasarín, una de las grandes estrellas del fútbol galaico-pontevedrés, brillante entrenador del Celta y padre de dos hijas cuya belleza aún recordamos con deleite). A todos daba la hora la campana de Santa María, salvo una madrugada del Día de Navidad que nos dio la hora (a intempestiva deshora) una nutrida formación de marineritos que cantaron a voz en grito un afinado “¡Levántate Cotelo,/ que las ocho son/ coge la maleta/ y vente a la estación!”…

La calle, en fin, por donde circulaban los viernes, tras la revisión médica obligatoria, camino de sus célebres casas, sitas en el pintoresco barrio de la Moureira, las serviciales damas que convocaban multitudes, día y noche, sobre todo cuando algún barco de la Marina de Guerra atracaba en el vecino puerto de Marín.

Historias, en fin, de la calle y de su entorno que les iré contando, porque forman parte de la vida misma, santa y non tan santa de Meu Pontevedra.