Vandalia Ceibe (Tres apuntes irritados)

I
GRAFFITIS

Lo que la escuela enseña en primer lugar, es, a permanecer sentado
Kant

En 1971 un desconocido cubrió algunas paredes de Nueva York con unos dibujos que firmó como TAKI 183. El New York Times descubrió que se trataba de Demetrius, un adolescente de 17 años, al que convirtió en un héroe contracultural con un reportaje a dos columnas en sus páginas dominicales. Fue la señal para que una oleada mimética de graffitis inundara las paredes neoyorkinas. Demetrius tenía un curioso precursor de otro siglo, de mayor edad y lejanía geográfica. En los primeros años del siglo XIX, lo cuenta Magris en “El Danubio”, Kyselak un ayudante del registro de la Cámara de la Corte de Viena y fervoroso caminante, poseído al parecer por una ambición de eternidad que lo dominaba, llenó los muros rocosos de los viñedos del Danubio con su propia firma que en letras de buen tamaño trazaba con pinturas al óleo para información de los viajeros fluviales. Kyselak, escribe Magris, quizás como Demetrius, estaba obsesionado por confirmar continuamente su propia identidad.

Treinta años después de los garabatos de Demetrius, más de un siglo después de los de Kyselak, la epidemia es mundial. Pocos días después de ser rehabilitada, la oficina de Turismo del Ayuntamiento de Orense en el puente romano estaba cubierta de graffitis que llenaban sus paredes blancas.Repintada semanas mas tarde, vuelve a mostrar en sus paredes la firmas garabatos de varios grafiteros. Poco más allá, el nuevo muro del Pabellón de los Deportes y el iluminado puente del Milenio apenas resistieron unos pocos días la embestida de los sprays uniéndose así a las otras paredes ya repletas de idénticos garabatos e interjecciones del recinto deportivo, señal identitaria y territorial del paso vandálico de adolescentes tribales. Idéntico destino ha sufrido la milenaria catedral o el hasta hace poco impecable y renovado muro del Parque Infantil asaltados desde hace meses por la llegada del spray, y lo mismo ocurrirá con los tentadores muros de las inhóspitas nuevas plazas de las Mercedes y del antiguo asilo pensadas para el spray y el botellón por urbanistas hostiles al género humano. Apenas quedan en Orense como en Vigo o Pontevedra o en cualquier ciudad gallega o española, algunas fachadas de casas, de persianas, de comercios, de muros, de parques, puentes o edificios públicos que no muestren algun trazo serpeante de pintura. No es dificil comprobar la extensión del fenómeno; basta con intentar encontrar en las calles del centro de cualquiera de nuestras ciudades, algun espacio en las paredes de las casas o los comercios no alcanzado por el spray. Será dificil recorrer más de 10 metros limpios. Pasear por el casco histórico de Pontevedra convoca sentimientos de perplejidad, irritación e incomprensión entre otras emociones menos presentables. El ayuntamiento de Santiago que consiguió detener a unos grafiteros que sobre las paredes de las piedras centenarias de su casco histórico escribían sus consignas, algunas en inglés para turistas no advertidos, afirmaban que se les juzgaba por motivos políticos y se vulneraba su libertad de expresión. ¿Como es posible tanta perversión del pensamiento?.

No faltan defensores entusiastas que consideran arte a la mezcla de letras gigantes de comics y garabatos, les dedican libros o les abren los museos, nada insólito por otra parte en un tiempo en que un artista ya fallecido como Manzzoni puede vender enlatada su propia mierda de artista a precios asombrosos o las “tapias” grafiteadas de Tapies merezcan los elogios y la admiración de críticos y políticos. Tal vez sea así y tengamos que asignar al campo artístico esta actividad o considerarla como una expresión juvenil o un signo de revuelta de la población de los barrios periféricos contra la pobreza de la arquitectura moderna, (Norman Mailer dixit). Sin embargo hay al menos tres aspectos que deben ser tenidos en cuenta en estas consideraciones intempestivas. Uno: Pintar sobre paredes de edificios públicos, de casas, de monumentos, de colegios, es una actividad ilegal que daña las propiedades privadas o colectivas y no debe ser permitida ni tolerada. Dos: Un par de zapatos de diseño pueden tener un valor estético innegable pero solo cuando están expuestos en un escaparate o se contemplan en los pies de su propietario. Situados encima de la mesa donde vamos a comer, dejan de ser arte y se convierten en suciedad (salvo que uno tenga la visión del Conde de Lautremont que no es el caso). Un graffiti puede en alguna rara ocasión tener algún valor artístico, pero es un gesto de barbarie si son las paredes de la catedral su soporte. Además: la mayoría de los grafittis, como en el caso de Kyselak, son simples firmas que identifican ante sus compañeros de spray al intrépido y tonto grafitero que ensució esa pared, ese muro o esa persiana.

El otro aspecto tiene mayor alcance. Hace años, dos sociólogos americanos propusieron una teoría para explicar la degradación y la violencia que afectaba a algunos barrios de las ciudades americanas: la Teoría de las Ventanas Rotas (Broken Window). Su fundamento es fácil de entender. Quien tenga el hábito o la obligación de hacer un mismo recorrido por carretera todos los días, habrá podido obervar como el viejo frigorífico abandonado un buen dia en una curva cualquiera del camino, tiene la capacidad magnética de hacer que la basura a su alrededor se incremente progresivamente en las semanas siguientes hasta alcanzar las proporciones de lo que venimos llamado vertederos incontrolados. La Teoría de las Ventanas Rotas propone una explicación para estas proliferaciones fuera de control, aplicable tanto a los delitos como a los vertederos. Cuenta Malcolm Gladwell en un libro que deberían leer todas nuestras autoridades, The Tipping Point, que estos dos sociólogos partieron de una hipótesis que venía a decir que los delitos son el resultado del desorden, del abandono. Si la ventana de un edificio está rota y permanece sin arreglar, las personas que pasen por la calle llegarán a la conclusión de que la casa está abandonada, que nadie se ocupa de ella y que a nadie le importa el asunto. Pronto estarán rotas mas ventanas y el sentimiento de anarquía se extenderá del edificio a la calle con la consigna implícita del todo vale. Poco a poco, los demás edificios seguirán el mismo proceso hasta que todo el barrio se convierta en una especie de Bronx de los 70-80. Según estos sociólogos, en las ciudades existen problemas menores como los graffiti que equivalen a los cristales rotos, es decir, que invitan a cometer delitos mas graves y transmiten la sensación de que las autoridades son incapaces de controlar la situación. Es una teoría que considera que la difusión de los delitos sigue leyes semejantes a las de una epidemia de gripe. En estas situaciones el número de casos se incrementa lentamente hasta alcanzar un tipping point, un umbral crítico, a partir del que la progresión se vuelve geométrica.

La ventana trasera de mi casa se abre sobre un descampado donde es frecuente que se dejen “abandonados” coches al borde del camino que los cruza. Dia a dia es posible comprobar la verdad de esta teoría. Unos cinco o seis dias despues del abandono los jóvenes ociosos de las viviendas cercanas le rompen una primera ventana; tres o cuatro dias después las demás; no pasan mas de otros pocos dias para que a patadas, con piedras o lo que sea dejen el coche reducido a chatarra. Poco tiempo después el coche arde. Esto ha ocurrido al menos en tres ocasiones en el plazo de un año, tantas como hubo supuesto abandono de coches.Todas las paredes públicas o privadas, las señales de tráfico, los kioskos de prensa en un radio de 300 o 400 metros alrededor del grupo de viviendas donde viven estos jóvenes están absolutamente cubiertas de grafittis y nadie ha limpiado jamás uno solo de ellos. Lo mismo ocurre en muchas otros grupos de viviendas o urbanizaciones de no importa que lugar.

Las películas americanas de los 80 nos mostraban lo que era el metro de Nueva York de aquellos años. Vagones cubiertos de graffitis, los suelos llenos de basura, viajeros sin billete que alcanzaban cifras inimaginables cercanas a los 200.000 viajeros dia. No valía la pena detener a nadie, pensaban las autoridades, porque la sanción por viajar sin billete o por hacer un graffiti era ridícula y exigía a la policía perder una mañana entera de trámites. Cuando se decidió reformar el metro de Nueva York lo que hicieron los responsables fue no hacer caso a la en apariencia adecuada recomendación de centrarse en los delitos mayores y no prestar demasiada atención a las faltas menores. Los encargados de la tarea tenían otro punto de vista. Los graffiti pensaban, era el símbolo de la desastrosa situación y habia que ganar esa batalla antes de cualquier otra. El personal de seguridad comenzó a detener a todo aquel que viajaba sin billete. Situaron un autobús en la entrada de las estaciones dotado de fax, sistema de toma de huellas, telefónos etc de tal modo que todos los detenidos eran fichados de modo inmediato sin necesidad de desplazarse a la comisaría. En las detenciones aparecían además armas, sujetos buscados por la policía o drogas. Ningún vagón salía a la via con un graffiti. Si alguien lo pintaba se limpiaba antes de que volviese de nuevo a circular. Los resultados fueron espectaculares. El metro de Nueva York es hoy un lugar mucho más limpio y seguro aunque la batalla no está todavía ganada y deben ser limpiados 6000 vagones de metro al año. Cuando el modelo se llevó a la ciudad la policía comenzó a detener a los que orinaban en la calle, a los vándalos que rompían el mobiliario, a los que tiraban botellas vacías, a los pobres que pedían limosna de modo agresivo que consideraban el equivalente de los graffitis del metro. Sin duda hubo otros factores y los autores de esta teoría los tienen en cuenta, pero hay razones sobradas para pensar que esta tolerancia cero con los delitos menores fue en buena medida la responsable de que la ciudad de Nueva York sea hoy una de las ciudades mas seguras de Estados Unidos, su tasa de asesinatos haya descendido dos tercios, y la de delitos graves se haya reducido a la mitad. Los asesinatos en Nueva York, 12 millones de habitantes en horario de día, bajaron de los 2,245 de 1990 a los 633 de 1998

Lo que viene a decir esta teoría de las Ventanas Rotas o Tolerancia Cero es, que como resulta familiar a los se mueven en los ámbitos de la Terapia Sistémica, pequeños cambios en apariencia banales engendran grandes cambios, pero estos pequeños cambios en el caso que nos ocupa, exigen que se sancione a aquellos que incumplan las normas por insignificantes que puedan parecer, es decir, que no exista para lo que aquí tratamos, impunidad grafitera. Sancionar, disciplinar, responsabilizar a cada uno de sus actos, no parece figurar entre los hábitos de los actuales gobernantes que prefieren hablar de “educar” olvidando que asumir las consecuencias de las propias acciones es una de las más importantes maneras de educar.

II
LA NOCHE, EL RUIDO Y LA FURIA

Es calamidad de estos tiempos que los locos guíen a los ciegos
W.Shakespeare, El Rey Lear

La vida nocturna de hace años, escribe Sebreli para Buenos Aires, giraba en torno a teatros, cines y cafés, tres instituciones que casi han perdido su significado como lugares de encuentro. Entre nosotros habría que añadir el hábito de tomar unos vinos mientras se discutían los asuntos del día o las novedades políticas, deportivas o literarias. La gente de la noche, eran actores, artistas, escritores, pintores o estudiantes que en largas sobremesas discutían sobre no importa qué. La nueva bohemia, el nombre ya no es obviamente adecuado, no tiene lugares fijos de encuentro y no es sedentaria como la antigua. Es nómada. Adiestrada por el zapping y el videoclip, dice Sebreli, se mueve velozmente manteniendo el contacto a través de los telefónos móviles. Ha cambiado también sus modos de beber. Al consumo moderado y diario de vino le ha sucedido el consumo masivo y rápido de bebidas de mayor graduación buscando el colocarse o el trasiego de grandes cantidades de cerveza con igual finalidad. El nuevo “templo” que substituía al café, la Discoteca, es para Sebreli, no el lugar de la libertad como algunos suponen, sino la muestra de todos los malestares de la vida cotidiana: contaminación visual y sonora, discriminacion social, prejuicio racial, machismo, portero y pinchadiscos como filtradores manipuladores a través del vestuario, el aspecto fisico o la música.

Fenómeno más complejo que sus precursores, el guateque, la litrona, la marcha, movida, o la ruta del bakalao, el botellón ha surgido de la misma manera. El botellón lo definen Baigorri y Fernandez así: reunión de jóvenes, de entre 16 y 24 años, fundamentalmente en espacios abiertos de libre acceso para combinar y beber la bebida que han adquirido previamente en comercios, escuchar música y hablar. Aunque variable según la geografía considerada, el botellón según estos sociólogos, suele inciarse sobre las 11,30-12 horas de jueves, viernes y sábados prolongándose hasta las 02-04 horas de la mañana siendo el sábado el día de mayor afluencia. La mitad de los asistentes son estudiantes, muchos de ellos menores de edad, y la actividad principal es la conversación entremezclada con músicas diversas en volumen excesivo. Suelen consumirse combinados fuertes y escasa cerveza. También drogas diversas. Los jóvenes, después del botellón, siguen la ruta de pubs y discotecas hasta el amanecer y algunos continuan en los after hours.

En sus tiempos de alcalde Tierno Galván alentaba a los jóvenes: ¡Y el que no esté colocado que se coloque! . Este curioso personaje al que algún día habrá que colocar en su lugar (y no precisamente en el santoral laico), no encendía la mecha, pero la alimentaba. Los jovenes de la “movida”, en efecto, se “movieron”, pero de pub en pub y de discoteca en discoteca. Se salía del Movimiento y se entraba en la Movida. “No era eso…no era eso”, que podría haber dicho Ortega. Poco a poco la situación se descontrolaba: jóvenes que en las plazas públicas se sentaban sobre el respaldo con los pies en la zona de asiento, bares sin licencia de Pubs que dejaban oír su estruendo hasta mucho mas allá de las horas de cierre, papeleras y contenedores destrozados fin de semana si fin de semana no, y asi entre otras conductas “menores” parecidas, sin que -durante años- pasara nada, ni se frenara este desorden, estas «ventanas rotas”. El ocio juvenil amplió su horario. Con la impunidad y complicidad de los responsables públicos, las horas de cierre se desplazaron a las dos, tres, cuatro, cinco, seis de la mañana. La noche de la bohemia antigua era tranquila y apacible. La de hoy se llenó de ruido, desorden y vandalismo. Con todas las señales de alerta encendidas, con una buena proporción de jóvenes de una generación en riesgo de alcoholizarse o de extasiarse, no fueron las autoridades, sino que fueron los vecinos hartos, quienes empezaron a presionar a los ayuntamientos y a organizar fiestas en la puerta de las viviendas de algunos alcaldes. Consiguieron que, al fin, la sensatez comenzara a restablecerse y la permisividad, lenta, muy lentamente, a desvanecerse. La situación sin embargo, está muy lejos de resolverse y pasarán años antes de que se restablezcan unos ritmos circadianos trabajo-estudio-ocio más razonables.

Se ha producido un corte generacional y un cambio social. Han desaparecido o disminuido su presencia e influencia lo que Oldemburg llamó, the great good place o los “terceros lugares”. Hay el hogar (el primer lugar) y el trabajo, (el segundo lugar), pero hay también en muchos países un tercer lugar: cafés y cafeterías, pubs (los ingleses, no lo que aquí llamamos con ese nombre), incluso peluquerías, tiendas de la esquina, y espacios similares de acceso libre, no demasiado ostentosos ni caros (lo que restringiría el acceso a muchas personas) y niveladores (acuden personas de todos los niveles economicos). Son lugares a los que cualquiera puede ir con la seguridad de que encontrará alguien conocido sin necesidad de establecer una cita previa. En estos lugares se habla, sobre todo se habla de no importa qué y se conoce a gente nueva. Irlanda no sería lo que es sin sus tabernas y pubs; Francia o Austria, sin sus bistrots o sus cafés; España sin su tradición de “ir de vinos” siguiendo rutas acostumbradas. Desde la aparición del movil, estos terceros lugares de reuniones seguras pero no programadas, perdieron parte de su función. La red telefónica de mensajes se encarga ahora de disponer citas y lugares. Ya no se ven jóvenes en las rutas del vino. Son gentes de la cuarentena o más allá, los que hacen hoy el recorrido en medio de discusiones de futbol, política, cine o cotilleo. Los jóvenes han abandonado estos espacios y las bebidas de estos espacios subsituidas por las litronas o las bebidas de alta graduación, rápido efecto y colocón. Tampoco hablan, pero ese enmudecimiento no es soportable y busca sobrevivir. El botellón, además de sus motivaciones económicas, es en cierto modo un intento juvenil, si se quiere áspero y equivocado, de recuperar a su modo, un mínimo del antiguo hábito de la conversación de los tradicionales terceros lugares. Pero el problema es no solo lo inadecuado de esta conversación sino que no todo acaba en el botellón. Aquí los estilos de beber, tradicionalmente opuestos del norte (bebidas fuertes, en ocasión semanal y buscando el colocarse) y del sur (bebida diaria moderada, en tasqueo o comida), se “suman”, no se substituyen. Los nórdicos introducen al lado de sus hábitos norteños los del sur y los del sur los del norte. El botellón, es cierto, recupera de algún modo la conversación pero para después sumergirse en los pubs y discotecas que la niegan. El botellon se añade, no substituye al pub o discoteca. Gerard Imbert considera a la ruta del bakalao y sus sucedáneos como la versión postmoderna (desterritorializada y exacerbada) del copeo: la discoteca substituye aquí al bar; el éxtasis, al tapeo; los aparcamientos, a la calle. En esta comparación falta lo esencial del tercer lugar: la conversación. Sin ella todo lo demás es superfluo y peligroso.

Podría hacerse toda una teoría de la vida cotidiana de hoy recurriendo a los cuatro lugares: hogar (el primero), trabajo (el segundo), bares, tabernas, cafés, etc (el tercero) y lo que Oldemburg llamó (y Mar Augé retomó sin citar) los “no lugares”. Provisionalmente podríamos aventurar que una sociedad en la que los terceros lugares estén desapareciendo substituídos bien por los “no lugares” o porque el primer o segundo lugar asumen las funciones del tercero, es una sociedad que tiene motivos de preocupación con respecto a su futuro próximo.

III
LOS IMPECABLES

Sepan que olvidar lo malo, también es tener memoria
Martin Fierro

Hay algo así como una tendencia a la autoflagelación en los intelectuales. Les encanta darle la razón a quienes les están quitando la libertad.
Milán Kundera

El peor enemigo de la verdad no es la mentira sino las convicciones
F. Nietzsche

Los nuevos héroes, escribe Enzesberger, ya no se muestran a las multitudes sobre bases relinchantes. El caballo sobre el que se levantaba Franco en Ferrol, se levanta el Cid en Burgos o Napoleón en cualquier ciudad francesa, son especies en extinción que en muchos lugares han desaparecido del paisaje urbano como las estatuas colosales de Mao, Stalin, Lenin o Enver Hoscha. Solo Corea del Norte mantiene esas moles congeladas que al primer cambio libertario serán derribadas por las masas anóxicas en busca de aire fresco. El nuevo héroe tiene otro perfil y otra tarea: el desmantelamiento, tarea compleja ya que cualquier cretino puede lanzar una bomba pero resulta mil veces mas dificil desmantelarla. El Adolfo Suarez de la transición, el Gorbachov de la Perestroika, el Jaruzelsky polaco, son ejemplos de estos nuevos héroes que desmantelaron los sistemas que los crearon y lo hicieron además sabiendo que serían rechazados por los suyos como traidores y por los beneficiados del desmantelamiento, por su origen democráticamente impuro.

El desmantelamiento político comunista parece haber terminado en Occidente, al menos como alternativa política, aunque persiste como añoranza de un paraíso perdido para algunos antiguos militantes, y eso a pesar de que a medida que se van abriendo los antiguos archivos de los paises del Este, se revela el esplendor de su horror hasta un grado que apenas imaginábamos. Otra cuestión es desmantelar los fundamentalismos, los regimenes corruptos, los modos de consumo suicidas: ¿Que hacer con Argentina, su peronismo y su evitismo, su corrupción ¿Cómo hacer respirable Arabia generalizada, con el Zaire, Ruanda o Liberia? Saudita, Corea del Norte o la antigua Guinea Española. ¿Quien detendrá el calentamiento global – esto si que es globalización perversa- obligando a sus votantes a frenar su despilfarro suicida?.¿Como desmantelar en fin, la lengua de corcho que repite clichés y niega las evidencias de la catástrofe del socialismo real y sus múltiples genocidios?.

Un nuevo tipo de ciudadano ocupa hoy la escena política: Rafael del Aguila lo llama el ciudadano impecable. Sus orígenes parecen ser más antiguos. En 1919 en La política como vocación Max Weber, diferenció dos tipos de moral: la de la conciencia y la de la responsabilidad. La moral de conciencia sólo se preocupa por la pureza de sus nobles intenciones, se rige de acuerdo con sus convicciones sin preocuparse de cuales puedan ser las consecuencias de su actitud aunque el resultado sea el contrario del que se pretende. Es como la fábula del mono “impecable” que en ocasión de una inundación vio desde el árbol al que se había subido como un pez luchaba desesperadamente contra la corriente. Empujado por su moral de conciencia lo rescató del agua con un gesto impecable con las consecuencias que se pueden imaginar. Es el “impecable” Bertrand Russell el que declara en 1937: La Gran Bretaña debiera desarmarse y si los soldados de Hitler nos invadieran, debieramos acogerlos amistosamente como si fueran turistas; así perderían su rigidez y podrían encontrar seductor nuestro estilo de vida.

Menos mal que había en ese mismo tiempo alguien llamado Winston Churchill que no era precisamente un ciudadano impecable.

Esta moral de la conciencia, escribe Max Weber, es buena para santos, mártires, profetas y contemplativos, pero el hombre que entra en el juego político tiene que regirse por la moral de la responsabilidad que tiene en cuenta, sobre cualquier otra cosa, las consecuencias previsibles de sus acciones aunque los impecables suelen practicar la exhibición narcisista de su impecabilidad exigente, sabiendo que los gobiernos tendrán que hacer lo que haya que hacer pero ganando, al menos en apariencia, una impecabilidad que los deja muy satisfechos consigo mismos.

El relativismo cultural, pariente cercano de esta moral de conciencia, dice Sebreli (que comenta estos párrafos de Max Weber), acepta esta moral de la conciencia en nombre del respeto incondicional por la existencia del otro, pero da validez a sociedades que no merecen respeto porque confunde el ser, con el deber ser. El relativismo tiene éxito porque exime a los miembros de culturas rivales que están obligados a vivir en comunidades contiguas, el cuestionar peligrosamente las afirmaciones ajenas. Es posible, escribe Fernandez Armesto en frase que anticipa el zapaterismo por-venir, que la verdad esté ahí fuera esperando ser descubierta, pero: ¿No sería mejor dejarla sin reclamar?… en la aldea global necesitamos virtudes de buena vecindad… nuestra prioridad es evitar el conflicto… la verdad amenaza la paz… (el relativismo) condena a los defensores de la verdad al status de un residuo sectario.

Peligrosa situación esta, que nos lleva a respetar en nombre de la convivencia (o de la cobardía o de la indiferencia), creencias y hábitos no respetables, entre ellas numerosas suras del Corán. No era precisamente un relativista el coronel colonial inglés que le dijo al brahmán que defendía el sati, el derecho a quemar viva a la esposa en la pira funeraria de su marido siguiendo la costumbre tradicional hindú: Mi nación tiene también una costumbre. Cuando los hombres queman a sus mujeres vivas los colgamos. Actuamos de acuerdo con nuestras costumbres nacionales.

Allam Bloom, un profesor de Universidad americano etiquetado en el habitual ejercicio de pereza intelectual, de casi fascista por sus colegas progresistas de los campus americanos, acotumbraba a plantear a sus alumnos justamente este problema del sati: ¿Qué haría usted si una mujer hindú es obligada etc etc.?. La respuesta de sus alumnos era para Bloom fácil de adivinar. Después de un silencio perplejo, el relativista alumno decía: En primer lugar los ingleses no tenían nada que hacer en la India…. No había segundo lugar y además la pregunta vale con o sin la presencia colonial inglesa como sigue valiendo hoy una pregunta semejante sobre la ablación del clítoris o el burka, pero para eso hay que partir de un “absoluto” no relativista: ninguna sociedad merece respeto sino cumple un programa mínimo que en occidente se conoce como derechos humanos.

De modo sorprendente pese a la similitud de sus ideas Del Aguila apenas menciona a Max Weber en su teoría del ciudadano impecable en sus dos variantes: el profeta impecable y el sacerdote (o intelectual) impecable, este último, propio de las sociedades democráticas de occidente. El intelectual impecable escribe del Águila, supone que los conflictos políticos son en cierto modo aparentes y siempre pueden solucionarse de manera adecuada encontrando la solución, (la receta), racionalmente correcta: un poco más de diálogo- (esto me suena)- un poco más de razón, un poco más de derecho bastan para resolverlo todo (el terrorismo vasco, el genocidio ruandés o la crisis serbia). Si estas sencillas cosas no se hacen, se debe sin duda a la mala voluntad del poder establecido…porque los conflictos políticos se producen por culpa de los poderosos y en realidad los que se oponen al poder (poco importa cuáles sean sus medios o sus fines) desafían a la autoridad y entran de lleno en lo que es legítimo y justo…la razón… está del lado de los que se oponen al poder…

Sobre todo si se trata de los Estados Unidos podríamos añadir pues ya se sabe, lo dice Pascal Bruckner, que un enemigo de los Estados Unidos, nunca puede ser malo del todo. Así, estos impecables exigen constantemente soluciones perfectas a los dilemas mas extremos: no a la guerra de Kosovo y no al exterminio de kosovares; no a la intervención en Bosnia y si a la intervención en Bosnia; paz sin ejércitos; solidaridad sin sacrificios; aumento de los gastos sociales y reducción de impuestos y todo ello acompañado generalmente de una ignorancia casi total de los problemas en cuestión.

Hay a este respecto un caso tan típico como antiguo al que además se le atribuye ser la fuente de todo lo que hoy ocurre en relación con el Islam: Israel. El enfervorizado defensor de los palestinos y enemigo mortal de Israel, es incapaz de relatar siquiera aproximadamente los avatares del territorio de Palestina en los últimos 4.000 mil años, desconoce la declaración Balfour, el informe Peel, el Sykes-Picot, el papel del Muftí de Jerusalem (pronazi, fundador de unas SS islámicas y tío de Arafat que aparece sonriente en las fotografías de la época en compañía de Hitler apoyando la “solución final”), la sucesión de hechos en ese territorio, la creación de Transjordania en la que se implanta de manera artificial al rey Abdullah, de una dinastía, la Hachemita de Arabia Saudí que había sido derrotada en las guerras tribales saudíes para gobernar una población formada en un 90 % de palestinos a los que Hussain, padre del rey Hussein, no tuvo reparo en masacrar matando a mas de 15.000 en un Septiembre Negro. Tambén ignoran que en el ataque que cinco naciones árabes lanzan sobre Israel el día de la proclamación de su independencia (y la de Palestina), siguiendo el mandato de la ONU, Israel apenas contaba con tres pequeñas franjas de territorio separadas entre si y en su mayor parte desérticas. Los 400 o 600.000 refugiados palestinos que abandonan esos territorios debido a la guerra iniciada por los árabes, siguen viviendo hoy en campamentos provisionales porque sus generosos y ricos vecinos también árabes se negaron a integrarlos o los expulsaron por haber llevado a sus países al caos como en el Líbano o Jordania. Los casi 500.000 judíos nunca mencionados, que fueron obligados a abandonar al mismo tiempo Egipto, Siria, Irak, Libia etc donde vivían desde hacía siglos, fueron acogidos en Israel donde se integraron sin dificultades. Es dificil hablar con gentes que ignoran todo, incluso la localización geográfica de Israel, sin que eso le preocupe lo más mínimo o repiten sin mencionar el otro lado, los antecedentes terrorristas de los dirigentes israelíes, que los hay, o se refieren a los niños palestinos “asesinados” por el ejército de Israel mientras los niños israelitas despedazados en un autobús por un terrorista suicida, simplemente han “resultado muertos”. Se ignora que en Israel hay dos lenguas oficiales, hebreo y árabe, que un millon de árabes tiene pasaporte israelí, que hay enseñanza gratuita en árabe, mezquitas subvencionadas, diputados y partidos árabes. El 2 de Agosto del 2004 The New York Times “informaba” que tres palestinos que supuestamente espiaban para Isrel habían “resultado muertos en Gaza”. El titular no hacía justicia a los hechos. Lo que había ocurrido es que los tres muertos estaban en una celda de la cárcel donde un policía arrojó una granada que mató a dos de ellos mientras que el herido superviviente que había sido trasladado a un hospital fue perseguido hasta allí y asesinado en el lugar sin que por supuesto mediara juicio ni condena previa de ningún tipo. Es una ignorancia deliberada que nada quiere saber de la complejidad de una situación de raices muy antiguas. El mismo discurso ignorante y simplificador se repite en no importa que problema: el Prestige (además de culpar al PP, que tuvo su culpa: ¿cuántas personas saben, supieron o recuerdan el nombre del armador del barco?, ¿cuántas dijeron en su momento “donde meterían ellos el barco”?, ¿cuántas pancartas en las manifestaciones eran contra los responsables del flete del barco?), las guerras de Irak, la globalización, el matrimonio o la adopción por homosexuales. Este último caso tiene su interés. Las encuestas oficiales dicen que 2/3 de los encuestados en España están a favor del matrimonio homosexual. Si la pregunta fuera, está usted a favor del: 1.- Matrimonio entre homosexuales; 2.- Contrato de Convivencia (con todos los derechos administrativos de cualquier otra pareja heterosexual) o 3.-Estoy en contra, la respuesta probablemente sería mayoritaria a favor de la segunda opción que es la única que establece la igualdad dentro de la diferencia, porque es evidente, que diferencias las hay. Pero no se formula así la pregunta que sólo deja dos opciones, blanca y negra, y las cosas complejas no toleran estas polaridades sino que exigen la gama de grises más completa de la que podamos disponer. En cuanto a la adopción: basta una pequeña encuesta artesana entre votantes PSOE para darse cuenta de su oposición o reticencia casi general.

En todos estos problemas tenemos que padecer la repetición de los rancios clichés del progresismo reaccionario. Son aquellos que durante años defendieron o no dijeron nada del muro de Berlin, los que ahora se escandalizan del muro de Israel cuando ha sido el Tribunal Superior de Justicia israelí, (esa democracia, imperfecta y a veces brutal en sus réplicas pero democracia), quien ha ordenado derribar parte de su trazado por denuncia de los palestinos afectados y que cuenta con la oposición interna de buena parte de los israelitas en lo que se refiere a su trazado invasor aunque provisional de tierras palestinas, pero que ha reducido en un 90% los atentados suicidas. Todavía hoy y por motivos semejantes y con aceptables resultados pacificadores, un muro separa las comunidades católicas y protestantes en Belfast, sin que nadie critique su existencia y muros semejantes se levantan en Ceuta, entre griegos y turcos en Chipre, entre las dos Coreas, entre Estados Unidos y Méjico, entre la India y Pakistán, o en el puerto holandés de Hoek von Holland para evitar que se fuguen los emigrantes ilegales allí encerrados. Son los que permanecieron callados ante la invasión de Afganistan por la Unión Soviética y el genocidio alli cometido, son los que no se acuerdan de los masivos asesinatos de Stalin, de Lenin, de Mao, de Pol Pot, los ahora pacifistas y respetuosos defensores de la no injerencia.

No se trata de negar la responsabilidad de Israel, de Bush o de quien sea (que sin duda la tienen y en alto grado), sino de evitar las inmensas ruedas de molino con las que una izquierda que hace años renunció al pensamiento, intenta imponer un pensamiento único, o unidimensional como lo llama Pedro Arias que en un giro irónico es justamente lo que suelen criticar en los demás10. Tiene razón Revel: la crítica más demoledora y más informada sobre Estados Unidos es… la que se hace en la prensa de Estados Unidos (a pesar del New York Times), ese país de gobernantes iletrados y estúpidos, donde se llevó a cabo la primera revolución (antes que la francesa), esa primera democracia que nunca conoció el fascismo, ni el nazismo, ni el marxismo-leninismo, esas invenciones de la culta Europa pero que tuvo que venir a resolver las desastrosas consecuencias de tales invenciones sin que los beneficiados se lo agradecieran. Los USA no son inocentes. Han hecho cosas que ofenden el decoro ético por muy blindado que esté, pero eso es una cuestión diferente a convertirlos en el satán todopoderoso y maligno capaz de explicar todo tipo de mal con solo invocarlo.

Es la hora de lo que Finkielkraut llama los grandes simplificadores, la hora de situar a los Estados Unidos e Israel en el mal absoluto, Busharon, no dejando espacio para una crítica minimamente informada que es substituída por clichés tan enfaticos como falsos y triviales. Es Chomsky un judío antiguo profesor de hebreo, prologando el libro de Faurisson que niega la existencia de los campos de exterminio nazis o dudando del genocidio de Pol-Pot. ¿Es este el gran pensador de la izquierda?. ¿Garantiza su talento en lingüística la suficiencia de sus incursiones políticas?. Y sin embargo y al mismo tiempo: ¿alguien más crítico con los Estados Unidos que este americano…?. Raymond Aron decía poco antes de su muerte, que lo que había provocado el odio de los Sartre y compañía, era el haber tenido razón antes que ellos, el haber denunciado el Gulag, el satalinismo en momentos en que la izquierda ciega cerraba filas negándose a ver lo evidente. Hoy es Sartre y no Aron o Camus el ensalzado.

Para que seguir. La mayoría de estos impecables intelectuales que suelen formar parte del Profesariado, es decir, del profesorado que entiende que su tarea es el adoctrinamiento más que la enseñanza, viven bajo el temor de que alguno de sus viejos compañeros de viaje pueda pensar que ya no son de izquierdas, que ya no comulgan diariamente con las ruedas de molino del progresismo reaccionario. Ni siquiera tienen en cuenta a compañeros de viaje como el norteamericano palestino recientemente fallecido Edward Said (por otra parte crítico radical de Israel y del experto en el Islam, Bernard Lewis o del Huntintong del “Choque de Civilizaciones”), que llamó al Arafat al que cantaron algunos de nuestros artistas en su ultima visita, nuestro Papa Doc, un recuerdo haitiano para este gobernante corrupto que evadió millones de euros de la ayuda europea para su pueblo o los utiliza armando a los terroristas palestinos, por parte de alguien al que no se le puede acusar precisamente de antipalestino.

La situación ha llegado a tal punto, que David Horowitz mantiene con otros resistentes, una página en Internet en la que se pide al gobierno americano que promulgue una ley que defienda el derecho a la libre expresión de las ideas en los campus norteamericanos, libre expresión de las ideas liberales o simplemente de las “ideas” no izquierdistas se entiende, ya que hoy, y es un caso real, es posible seguir un curso de doctorado sobre ¿Por qué Bush es un criminal de guerra? y no se permite por ser politicamente incorrecto, un curso sobre ¿Por qué Sadam Hussein es un criminal de guerra?.

Si hay algo irritante cuando se vive rodeado de colegas “impecables”, es la imposibilidad de discutir sobre no importa qué, más allá de los habituales y rancios clichés progresistas. Es intelectualmente insoportable el antiamericanismo sin fisuras de la izquierda (que por otra parte no vacila en frecuentar los USA y enviar a sus hijos a estudiar allí), el antisemitismo no menos inconsecuente (en Israel podrían vivir incluso fundar y ser diputados de un partido pro-árabe (en Palestina no durarían dos días), su castrismo impresentable (no su cubanismo que les exigiría defender para ese pueblo las mismas libertades que ellos disfrutan) y tantas otras militancias no menos rancias o al menos simplificadoras. Borges no recibió el Nobel, se dice, por haber aceptado una condecoración de Pinochet. Neruda con sus Odas a Stalin y García Marquez con su adoración por Castro, si recibieron la recompensa a su evidente mérito literario a pesar de sus alabanzas a estos tiranos. Si como es frecuente escuchar Aznar es un fascista y un autoritario, o un Ben Laden como lo califica el que antiguamente fue un periódico, “El País” ¿que son Hitler, Mussolini, Mao Stalin o Castro?. La nueva directora de la Biblioteca Nacional que substituye a Jon Juaristi, Rosa Regás ha dicho que su alegría con la marcha de Aznar fue mayor que la que le produjo el fin de Franco, desvelamiento muy de agradecer para saber quien es quien en estos tiempos de “guerrilla demagógica”donde es cada vez mas necesario no apoyar a los unos frente a los otros sino de reclamar seriedad en el análisis y en el empleo de los adjetivos. Fernando Gil y Paulo Tunhas, profesores de filosofía en Lisboa, Paris y Porto, publicaron el año pasado un libro “ejemplar” por su tono, por su capacidad de análisis, por su refutación de la constante desinformación, por su utilzación del concepto sartriano de mala-fé como herramienta para entender la ceguera de tantos y tantos intelectuales en referencia a estos problemas de la relación Occidente-Islam.

El problema no está entre izquierda y derecha, términos hoy que apenas significan nada. Cada uno de nosotros escribe Kolakowski, puede ser socialista, conservador y liberal; puede querer reducir las desigualdades, conservar las tradiciones y valorar la iniciativa y la competencia, alternativas hoy en día no excluyentes. Se trata de una cuestión de honradez intelectual con uno mismo, una cuestión de saber, de justicia y de matices. Hoy la situación exige esos matices y sin ellos no hay pensamiento digno de ese nombre.

Hay tragedia, escribió Pascal Bruckner refiriendose al conflicto árabe-palestino, cuando ambas partes tienen igualmente razón, pero eso es algo muy diferente a ser propalestino o ser projudío. Paciencia… y a no callarse aunque los “amigos” y los antiguos camaradas digan que “quien nos vió y quien nos ve”.

PD: Últimamente he decidido cobrarle a mis amigos progresistas el trabajo de “sparring”. Ofrezco un amplio catalogo de ideas liberales durante la comida a las que ellos pueden atacar grupalmente con los habituales clichés impecables fortaleciendo así sus ideas izquierdistas y su sentimiento de impecabilidad. Las tarifas son variables: liberal moderado (pagan la comida); liberal conservador (comida y Campillo Gran Reserva); antiguo izquierdista hoy escéptico o converso (comida y Petrus). Si se incluyen notas históricas, casi siempre obligadas dada la ignorancia del auditorio, se exige marisco en el menú. Tengo una lista de espera de seis meses… Estoy engordando…