La Guadalupe de Rianxo en la encrucijada de 2011

Un año más, al llegar al primer domingo de septiembre posterior al día 8, se celebran en la antigua villa-puerto de Rianxo las tradicionales Festas de Guadalupe. Desde hace más de medio siglo ha logrado convertirse en una de las grandes citas del denso calendario festivo gallego. Este año, sin embargo, ni siquiera esta magna celebración histórica, cargada de interés en tantos aspectos, ha podido sustraerse a la calamitosa circunstancia económica, política y social de nuestro entorno. Y es lógico que así sea. No lo parece tanto –esa es la verdad- la manera de replantearla. Mucho me temo que, entre todos, se ha metido a la fiesta en una nueva encrucijada, después de haber vivido una década de éxito continuado; pero con matices.

La encrucijada

Yo no dudaría mucho en reconocer que los años intermedios de esa década prodigiosa fueron los más brillantes de la historia de la fiesta. Pese a ello, no éramos pocos los que advertíamos que su duración era excesiva, al menos con su formato actual. Hubo, sobre todo, un esfuerzo organizativo por el que se incorporaban dos viernes a la celebración histórica. Desde nuestro punto de vista, el primero de esos viernes machacó la gracia de la víspera de la Guadalupe histórica (el sábado). Es verdad que ese sábado, el de nuestra juventud, hacía que Rianxo incumpliera cada año aquel refrán que dice que “el mejor día de toda fiesta es la víspera”. En la Guadalupe, nunca sucedió tal cosa, porque el domingo es un fiestón inenarrable. Desde la mañana a bien entrada la madrugada. Todo es bello en ese domingo rianxeiro y guadalupeño, cargado del renovado sabor de los viejos tiempos y de novedad en el ritual religioso, la procesión terrestre y marítima, los cánticos y tantos otros alicientes coloristas.

El segundo viernes, el de cierre de la fiesta, lleva algunos años teniendo problemas. Yo mismo he perdido interés y he dejado de presenciar el que fue uno de los cierres festivos más bellos que se pueden concebir. Los botellones, que no dejan de ser una de las manifestaciones urbanas más consecuentes con la desdichada circunstancia que estamos viviendo, también en Rianxo estaban dañando una celebración multitudinaria que entendemos mal ubicada. Afectada por su propio éxito, el espacio en el que desarrolla ese momento de cántico coral de la Rianxeira con las bengalas, es un peligro manifiesto para cualquiera incidencia. La idea de las tres orquestas y, en general, de las orquestas diarias en todos y cada uno de los días centrales de la fiesta, pienso que es otro error que exige rápida corrección, forzada además por la dura coyuntura económica.

En otro formato, aplicándole a la tradicional las dosis de imaginación que los organizadores demostraron en la última década, la Guadalupe puede recuperar toda visualidad y sentido de la diversión, conciliándose con la necesaria austeridad. Y ni siquiera, en esa reformulación, tendría por qué evitar el cierre en viernes, con dos orquestas, sin empecinarse a que tenga que concluir en pleno día, dejando un paisaje desolador.

En cualquier caso, más que nunca, merece la pena recordar ahora lo que venía siendo, hasta este año, la Guadalupe, y una parte interesante de su historia. Cuando la fiesta, para coger vuelo, recurrió precisamente a sus orígenes: a la historia de la fiesta.

Nuestro compromiso

Además de la coyuntura del fútbol gallego, desde 2001 la celebración ha cobrado una intensidad especial, debido a distintas circunstancias, íntimamente relacionadas con la historia de la propia fiesta. Se cumplían entonces 50 años de difusión internacional de la Rianxeira. Nacida la canción de la nostalgia de los rianxeiros del Gran Buenos Aires, esta misma circunstancia y la proximidad –hoy cumplida- de su 150 Aniversario llevaron a quien esto escribe a plantear al alcalde de Rianxo y a la Comisión de Fiestas de Guadalupe un plan de vitalización, inyectándole algunas dosis de novedad imaginativa, sin apartarnos de su propia tradición.

En abierta sincronía inicial (perdida después) con el alcalde de Rianxo y en rigurosa sintonía con los responsables de la fiesta, tuvimos mucho peso en el arranque del planteamiento. En este texto, además de la experiencia personal, quiero hacer notar el estado al que ha llegado la iniciativa cuatro años más tarde. Lo hacemos por puro placer y porque nos parece un modelo de utilización de la historia para la vitalización de la fiesta, ajeno por completo a esas invenciones de justas medievales seudohistóricas y seudotodo que tanto proliferan. Un modelo, por otra parte, digno de utilizar en otros ámbitos; pero que dista mucho de haber agotado sus posibilidades en el caso de la celebración antedicha.

La Rianxeira fue pronto la Virgen Negra más popular de Galicia. Muy ligada a las tradiciones de los rianxeiros desde el XIX, dio origen –hace 50 años- a la cantata más universal de cuantas produjo el viejo país atlántico. En gallego o castellano. La utilización por parte del fútbol gallego de la canción, al contar con dos equipos comunitarios metidos entonces en la élite internacional (y compitiendo entre sí, en los graderíos, a voz en grito, en las dos lenguas), pareció un momento oportuno para que incluso un pequeño conjunto de intelectuales relacionados con la localidad nos dispusiéramos a echar una mano, aprovechando la feliz coyuntura. Se trataría, en resumidas cuentas, de actuar sobre una fiesta en permanente transformación, para proyectar (aún más, y sobre todo hacia el exterior) el interés que despierta.

Vista la cosa desde 2007, pensamos que se ha logrado el objetivo, al menos en la parte donde se ha concentrado el compromiso de quien esto escribe…


La Historia como Fiesta

Había que comenzar pues por el principio. Trenzar la evocación histórica de la fiesta y la canción, metida en el mar de tópicos, retóricas y repeticiones mecánicas propias de estos casos. No operamos solos en esta fase, previa a todo lo demás. Nuestros amigos Xesús Santos y Pepe Comojo, éste sobre todo, nos ayudaron con sus pesquisas de los últimos años. Sumado su esfuerzo a nuestra propia investigación de toda la vida, incorporamos lo inevitable: el concepto que tenemos de la historia, felizmente antiacadémico. Cuando nos pareció que el resultado era digno, lo presentamos a las máximas instancias culturales del país.

La conexión fue fácil, porque el mediador fue sensible al caso desde el primer momento. Bastó con insinuar la cosa a nuestro viejo amigo Carlos Casares, presidente a la sazón del Consello da Cultura Galega, para que entendiera el alcance del planteamiento. Con el Consello y el Concello de Rianxo, nuestro Taller de Ediciones coprodujo un documental conmemorativo absolutamente renovador: Originalidad de la Guadalupe Rianxeira. La Virgen negra más popular de Galicia. Se estrenó en acto multitudinario, organizado por la Comisión de Fiestas de Guadalupe, en agosto de 2001. La Plaza Castelao de Rianxo, nacida estructuralmente (como el Rianxo contemporáneo en cierta medida) de la propia festividad, prestó al estreno su viejo marco incomparable. La jornada, en la que se leyó una carta del investigador norteamericano William Christian Jr., de reconocida competencia internacional en estudios marianos, remató con una sesión de latin jazz de inolvidable calidad. Un lujo, acorde con la tradición guadalupana. Además de emoción local, el acto tuvo enfoque internacional. Lo que se buscaba. En defintitiva: la dialéctica fiesta-historia-de-la-fiesta comenzaba a funcionar por todo lo alto. Los primeros resultados se palparon en Rianxo un mes más tarde, cuando –por primera vez en la dilatada historia de la fiesta- la procesión terrestre y marítima acogió la presencia de la “hinchada” zamorana de otra Guadalupe: la sanabresa de Requejo. Veamos por qué.

Devociones y tensiones políticas

El origen de la convocatoria festiva, la devoción a la Virgen de Guadalupe, tiene su propia originalidad. Incluso para los laicos.

Por motivos que no hace al caso esclarecer ahora, la tensión entre el culto a las dos Guadalupes de Extremadura y Méjico fue notoria desde el primer momento. Pese a formar parte del mismo Imperio, católico y español. A finales del siglo XVIII esa tensión cobró nuevo impulso por las desavenencias entre el papado y los borbones. Así las cosas, cuando Carlos III propuso para la sede compostelana al granadino Bocanegra, tomó éste como cosa propia la tarea de vitalizar en la poderosa archidiócesis (a la que Extremadura pertenecía) el culto a la morenita extremeña. Hasta ese momento, sobre todo en los pazos del señorío más relacionado con Nueva España (preciosa la imagen de la capilla arosana de A Golpelleira, de los López Ballesteros), primaba la presencia (casi exclusiva) de la mexicana.

Bocanegra, que había sido penitenciario en Coria, supo pronto que el monje jerónimo José de Santiago, de origen rianxeiro, había orientado su afición a las manualidades hacia las copias en cartón piedra de la Guadalupe de su santuario cacereño. En 1773 tenía –por lo menos- dos imágenes. Así pues, con el placet del arzobispo recién llegado, ese mismo año las depositó en dos lugares distintos de la extensísima archidiócesis: en Requejo de Sanabria (actual provincia de Zamora) y en Rianxo, su pueblo natal. Había que sacar partido, pues, a esta otra secuencia de la misma historia: saber en qué punto estaba la devoción sanabresa. Qué había sido de la imagen gemela, etc, por si fuera posible hacerla conjuncionar con la Rianxeira en beneficio de ambas fiestas, territorialmente separadas por trescientos kilómetros.

Rianxo y Requejo de Sanabria

Nuestra circunstancia personal nos convirtió en el más idóneo embajador de esta tarea. Nacido de familia gallega, radicada a la sazón en el Campamento de Santa Bárbara, alzado para la construcción del Ferrocarril Zamora-Coruña, bautizado por nuestros padres en el término municipal de Requejo, hijo y consorte de rianxeiras, nunca dejamos de pasar por aquellos espacios sin hacer parada en ellos, para repostar ese raro sentimiento. Con el placet del alcalde de Rianxo, las autoridades de Requejo, excelentes amigos desde entonces, hicieron que nuestra mediación resultara fecunda y sencilla, manteniéndose entrañable y activa la amistad hasta la hora en que escribo la presente evocación.

En Rianxo existía con anterioridad, como queda dicho, cierta devoción por la Guadalupe blanca; pero no contaba tan siquiera con santuario específico. En Requejo, sí. En este pintoresco pueblo fronterizo entre Galicia, Castilla y Portugal (muy próximo a las hermosas villas de Puebla y Braganza, sito en bellos parajes naturales, únicos por veces) se mantiene una tradición algo confusa. Habla de un arriero al que la caballería se le quedó varada. Inamovible. Interpretó la circunstancia en el sentido de que, caso de hacerse rico, debía alzar en el lugar un santuario destinado al culto de la Guadalupe blanca. La promesa se cumplió en 1773. Con oportunidad, porque ese mismo año José de Santiago dejaba allí la gemelita de la Guadalupe rianxeira. Negra.

Bocanegra, devoto y panegirista de ésta, no dijo palabra del culto de Requejo. Nunca llegaríamos a saber la historia de las dos imágenes y de los dos cultos de no haber sido por el relato simultáneo del alférez de Fragata granadino Juan Vicente Yáñez. Es él quien certificó la existencia de las dos imágenes gemelas, de la misma autoría, y el depósito en los dos lugares ese mismo año de su paso. El hecho de que fuera granadino, como el arzobispo, refuerza la sospecha de que estemos ante un agente suyo. Que incluso pudo tener algo que ver en la doble operación.

Los dos cultos evolucionaron de manera muy distinta. Con resultados incomparables.

El reencuentro de las dos gemelas

El culto a la Rianxeira tuvo muchas alternativas y altibajos, pero acabó por situarse en otra dimensión. Al principio por el impulso especial que le prestó el propio Bocanegra; sobre todo, mucho más tarde, porque su culto acabó cuajando en las gentes del mar, siendo vitalizado por numerosas generaciones de notables con elevado sentido de lo popular. La originalidad de la fiesta, la belleza de la procesión marítima y el éxito internacional del cantar, acabaron por darle vuelo extraordinario…

Las dos imágenes actuales sufrieron, como es natural, avatares muy distintos. Una y otra tienen poco que ver con las originarias. En el caso de Requejo se puede afirmar con mayor rotundidad, porque la capilla sufrió gravemente los acontecimientos de la guerra civil española de 1936 (durísima en aquellos parajes, con la barbarie entrecruzada característica de la sierra asesina de dos locuras enfrentadas). Incluso pudo haber sido destruida, como tantas otras. La representación actual vuelve a ser de cartón piedra. Como la vidriera que cubre el tragaluz del santuario, recupera la imagen originaria de Extremadura. La Rianxeira, además de las inclemencias del tiempo y el abandono, sufrió más con las guerras civiles del siglo XIX. José Comojo ha documentado alguna reparación en profundidad, como la acometida en el Trienio Liberal (1822), cuando los revolucionarios liberales (denominados negros y cipayos por los serviles partidarios de un rey absoluto, dispuestos ya a perseguirlos a muerte por introducir ideas e ideales que nos hicieron ser lo que hoy somos), adoptaron -como emblema de su propia fe- la imagen de la Virgen negra. Pero ésta ya es otra historia, también bella y elocuente, sobre todo en estos tiempos, cuando la palabra cipayo, de agresivo abolengo reaccionario, absolutista, carlista y tradicionalista entre nosotros, ha reaparecido en la escena española, asumida por declamatorios patriotas periféricos (repetitivos e incultos casi siempre, sólo seguros inventores de sus “patrióticas” invenciones).

La aclimatación gallega

Tras las dos francesadas y la Revolución liberal, vinieron muchos años de ostracismo para la moreniña. Ni siquiera sabemos cuándo pasó al santuario actual, dedicado entonces a la Santa Cruz. Ya en el nuevo emplazamiento, las gentes devotas de la comarca atribuyeron a su mediación la suavidad con que pasó por Rianxo la terrible peste del cólera de 1854 (centenares de muertos diarios, sólo en la ciudad de Coruña). La circunstancia dió prestigio mágico y curativo a las aguas de la fuente inmediata al santuario de La Cruz. Sin embargo, incluso para quien esto escribe, el «milagro» verdadero estuvo en la supervivencia de una imagen de cartón-piedra con embellecimientos de plata, en el período antedicho. Remozado en su honor el viejo santuario, sostenida por la caridad de varios protectores y por los quiñones de los pescadores, al culto se añadió la fiesta. Desde entonces, hace ahora 150 años, se viene celebrando el segundo domingo de septiembre (salvo que éste sea día 8, la Natividad, caso en el que pasa al 15).

La ornamentación procesional le dio vuelo y renombre desde muy pronto. El sabor marinero y la sensibilidad popular de la cofradía de notables que la dispuso, hizo que la procesión desde la capilla al mar y el paseo marítimo por la bellísima ensenada, fuera un espectáculo –entonces inusitado- digno de ver. En 1882 ya era el momento capital de una fiesta que duraba tres días clásicos (sábado, domingo y lunes, dos menos que las grandes fiestas del Apostol compostelano). Entonces, más de cien veleros enfilados convertían el espectáculo en un lujo visual, muy distinto de las guirnaldas que hoy dejan los rápidos motores que mantienen viva la tradición. Además del paseo marítimo, el paso del tiempo ha ido ritualizando con especial cuidado este momento clásico de Guadalupe, seguido por una multitud.

La originalidad poética: Andariega y Trajinante

De la procesión marítima a la poética idea de convertir una Virgen negra, estática, llegada del exterior, en rianxeira común, andariega (como las traginantas de Rianxo, que impusieron su mercancía en Compostela), que camina “descalciña pola area”, como las rianxeiras del gueto pescador, sólo hubo un paso. Y hoy es en ese momento ritual (cuando la imagen deja el santuario para enfilar el paseo de la Ribeira, camino de la embarcación engalanada) cuando el canto profano de la Rianxeira comparece por primera vez. Vuelve a hacerlo en el fin de fiesta, entrada la madrugada, en uno de los cierres festivos más emocionantes de cuantos se ofrecen en el denso calendario festivo de Galicia.

El espacio festivo

Severo Araújo, estrecho colaborador del legendario cardenal Payá (“El Segundo Gelmírez”), clave en la historia de la devoción, de las peregrinaciones marianas y de la fiesta, murió hace cien años (1910). “La Cueva de Zaratustra” quiere resaltarlo en su centenario (2010), aunque seremos únicos en hacerlo, porque así están las cosas…

No fue Bocanegra el único prelado dispuesto a servir la novísima devoción. A mitad de camino entre la vieja ermita de la Floresta y el actual santuario de Guadalupe, tuvo su casa familiar el más significado protector del culto: Severo Araujo Silva (Rianxo, 1846/Santiago, 1910), influyente profesor del Seminario, canónigo magistral de la catedral y obispo auxiliar de Compostela con el nacer del siglo XX, pariente próximo del poeta Manuel Antonio. Además de hermosear el recinto, tras varios años de predicación, hizo la más brillante síntesis de la devoción , recogiendo tradiciones que venían en parte de su propia familia.

La humanización marinera de la Guadalupe de Rianxo fue obra del ambiente, sin embargo. Encontró apoyo destacado en varias generaciones de notables de la villa, excepcionalmente dotados para conectar su canónica cultura con el gusto popular de esta clásica beiramar arosana, típicamente agromarinera. El espacio festivo que le dedicaron, establecido en el Campo por excelencia, anexo al santuario, con el mar y la Sierra del Barbanza al fondo, era dificilmente comparable. La conversión posterior de este mismo espacio en centro del pueblo, con el Ayuntamiento y muchas de las casas principales de la villa asentadas en él, mantuvo la centralidad de la fiesta. Su remodelación de los años cincuenta fue, sin duda, uno de los grandes logros urbanísticos de la historia local. Aún hoy, a pesar de los estragos consentidos por los munícipes, que redujo su espacio innecesariamente, la gradación del Campo de Arriba, la Plaza Castelao y la Ribeira, hacen de Rianxo uno de los pueblos mejor dotados de Galicia para toda clase de eventos festivos al aire libre. Con capacidad para acoger a decenas de miles de visitantes.

Centralidad de la fiesta

Así pues, desde hace 15 décadas, notables locales de distintos anclajes ideológicos dieron al escenario y a la fiesta cuantos elementos precisaba para que los días de celebración fueran un lujo en el transcurrir de la vida cotidiana. La Guadalupe (denominación popular de la fiesta) marcó el tránsito entre el verano y el invierno. Era la ocasión para emigrar o regresar a casa del periplo migratorio.

El éxito de la festividad favoreció la unidad simbólica de las tierras de Rianxo y su comarca, porque no convoca sólo gentes de la villa, la parroquia o el término municipal. En la Guadalupe, la antigua villa de don Paio Gómez Charino recupera su vieja jurisdicción, perdida en la Revolución liberal, que era mucho más extensa. Razón, por cierto, de que el paso procesional marítimo de la Virgen sea saludado aún hoy desde las parroquias “da banda de alá”, sitas en la otra ribera de la ensenada (el desvío de esta ruta hacia Tanxil, lógica por el crecimiento de la villa en esa dirección, no debiera perder –en nuestro concepto, menos aún en tiempo de propulsión mecánica- el sentido originario, histórico y cultural, del que nació la fiesta).

Hace ahora un siglo, ya se hablaba de que la concurrencia por mar de los arosanos se contaba por millares y que la convocatoria alcanzaba por tierra hasta otro santuario de renombre, con importante celebración: el de Esclavitud. Los bailones de antes de la era automovilística, nos disgustábamos de la inacabable lista de anuncios de barcos y coches de línea que reducía el tiempo musical de las orquestas…

«Atención, atención. El barco para Villagarcía sale del puerto a las 2 y media. El coche de Flora para Boiro, a las 3»

«A Rianxeira», cantata universal

En la apoteosis del fútbol gallego, la Rianxeira se hizo con un lugar inesperado. Estamos ante un fenómeno social de identificación tan insólito que distintos grupos de folk y rock aprovecharon audio e imágenes del estadio de Balaídos para lanzar sus propias versiones de la cantata. La asimilación por el fútbol, sin embargo, sólo es un capítulo más en el éxito imparable de un cantar que figura en todos los repertorios españoles de mesa o excursión desde hace décadas, y una melodía que las grandes sinfónicas han comenzado a interpretar muy recientemente, con éxito emocianante.

Todo lo soporta. Pone de acuerdo los opuestos más inimaginables. La corean jóvenes y viejos, propios y foráneos, andaluces, sevillanos, cubanos o argentinos. En uno de los últimos enfrentamientos de “eternos rivales”, los célticos la cantaban en gallego, su forma original; los del Dépor, en castellano: la versión que The Chieftains recogió de otra tradición muy popular en los años cincuenta, llevándola al palmarés internacional de los premios Grammy

En realidad, desde hace cinco décadas, A Rianxeira viene siendo el himno popular alternativo de Galicia. La pieza más universal del brillante cancioneiro gallego. El que Azorín (que era alicantino) prefería a cualquier otro entre los españoles.

Por lo que hace al fútbol, hay que reconocer que fue el Celta quien logró meterla más profundamente en el corazón de sus aficionados. Con ellos y con la brillantez del juego céltico, la cantata alcanzó nueva universalidad. La televisión la hizo llegar a lugares aún más inimaginables. Sin embargo, el éxito no era nuevo. Ni siquiera en el fútbol.

La Rianxeira y la futbolización de Galicia

Tras un enfrentamiento promocional dramático con el Celta, en 1940, el Depor ascendió por primera vez a la División de Honor del fútbol español en la primavera de 1941. Hace 60 años. La fiesta fue delirante. Si se releen con atención las viejas crónicas, desconcierta este detalle paradójico. Las gentes, en medio de su frenética alegría, cantaban una canción: A Rianxeira.

No podía tratarse, evidentemente, de la que hoy conocemos como tal, porque ésta aún andaba en gestación; pero los entusiastas coruñeses cantaban una canción popular de ese título y alguna de las más célebres coplas de la actual. Nada inventaron, como es lógico. Hicieron, en realidad, lo que venían haciendo los concurrentes a las famosas fiestas de Guadalupe de Rianxo desde finales del siglo XIX.

Cien años tiene, cuando menos, la copla que consideramos clave del sorprendente éxito identificativo de la cantata. El tropo poético al que nos referíamos poco ha, por el que una Virgen negra, llegada de fuera en 1773, copia exacta de la Guadalupe extremeña, se aclimató hasta el extremo de convertirse en una rianxeira más. Capaz de caminar descalciña por la arena, como las más populares traginantas de pescado del lugar. Las mismas –insisto en ello, porque es capital para entender el engranaje- que estaban imponiendo en los mercados más importantes del país atlántico la celebradísima xouba. Un manjar que pescaban al xeito más de un centenar de veleros lentos e cansos (Manuel Antonio). Y un espectáculo cotidiano de inenarrable plasticidad que los rianxeiros supieron incorporar a la fiesta en 1863. Fue entonces, en efecto, cuando la Moreniña -camino del embarcadero- «pisó» la arena y comenzó a nacer la primera Rianxeira. La del Dépor, para entendernos.

El rito procesional y la canción

Aquella procesión de veleros enjaezados no tenía precedente. En realidad, sólo los víaticos se atrevían por entonces a transitar por la ribera (A Ribeira) de un mar que aún besaba las primeras casas del pueblo. La fiesta se contagió de aquella originalidad. Celebrada en pintoresco paraje, con la bellísima ensenada al fondo, mitad romería aldeana, mitad folión urbano, los cánticos cobraron en ella máximo protagonismo. La primera Rianxeira -fruto de ese ambiente- ya consta como tal en 1919, cuando el artífice de la definitiva tenía 14 añitos y la interpetaba reiteradamente como integrante de la banda municipal de Rianxo…

Ángel Romero Lojo (Rianxo, 1905/ Buenos Aires, 1967), el artífice de la melodía, era un nostálgico más de la fiesta y el ambiente. En las últimas horas de la Dictadura de Primo de Rivera tuvo que emigrar al Gran Buenos Aires, lugar de destino de la mayoría de los rianxeiros, para nunca más volver.

Mandaban en Rianxo, a la sazón, los antiguos conservadores, timoneados por el padre de Castelao, con Cándido González en la Depositaría de Fondos: el bando de los Baltar, adversario histórico de los liberales de Viturro. Y estaba fresco el monumento a la Guadalupe de Asorey (de la quinta de los Baltar, en Tanxil), ajeno por completo a las tradiciones de la fiesta, pero al que los notables del Ayuntamiento daban enorme importancia al estar relacionado con la muy ponderada generosidad de don Ángel Baltar (razón de la placa, que aún hoy luce el Concello en su fachada).

Poco después de Romero Lojo, llegaron al Gran Buenos Aires su novia (la viuda que lo sobrevivió) y el primo de ésta: Jesús Frieiro (Pinciñas), letrista de Ondiñas da nosa ría.

Ondiñas da Nosa Ría

Fué éste el nombre originario de la cantata. Fue, en definitiva, en el ambiente nostálgico del Rianxo de allá, emigrado en Buenos Aires (ambiente, por cierto, donde también se celebraba la Guadalupe, donde la melodía y la canción comienza a gestarse.

En 1940, para participar en el emocionante recibimiento de Castelao (el más célebre de los rianxeiros llegados al exilio bonaerense) el Coro Castelao y la Rondalla de la Sociedad Parroquias Unidas de Rianjo comenzaron los ensayos. La estrenaron en la Guadalupe de 1947, con la presencia del líder nacionalista, su presidente de honor. Dado el éxito, la grabaron en 1950 con el sello de la casa RCA Víctor, en Montevideo.

Cometieron algunos errores, hijos de la pobreza y la candidez. Hicieron pocas copias y las difundieron tarde y mal. A Rianxo apenas llegó una docena, cuando la canción se había disparado en una versión diferente. Para más, las coplas de Ondiñas, empapadas en el ambiente nostálgico del Rianxo de la primera Dictadura y en la ideología dominante en sus autores, evitaron –en la medida de lo posible- dar como propias de Romero y Pinciñas algunas coplas fundamentales, porque todos sabían que no eran suyas. Tampoco la registraron.

Éxito imparable de la segunda versión

Bernardo del Río fue menos escrupuloso. Músico arosano, radicado en Compostela, entusiasta de las fiestas de Guadalupe (que animara a veces como integrante de la Banda Municipal de Santiago), se dió cuenta de inmediato del tirón popular de aquella tonada. Con rapidez, armonizó con mayor cuidado la partitura original, respetándola en lo sustancial; pero sustituyó las circunstanciales coplas de Pinciñas (relacionadas con la novedad que los Baltar acababan de introducir, por sus relaciones históricas con el padre de Castelao) por las esenciales, procedentes del cancionero tradicional y de la primera Rianxeira. Entre ellas, cómo no, la copla identificativa. Fue así como, cuando los primeros discos de América comenzaron a llegar a Rianxo, ya era popularísima la segunda versión: la de Bernardo del Río.

En 1952, el musicólogo Antonio Iglesias Vilarelle, director de la Coral Polifónica de Pontevedra, ni siquiera conocía la americana. Entendía, sin embargo, que el de la Rianxeira era un caso de multidifusión sin precedente en la historia de la música gallega.

Un éxito tan rápido sólo pudo ser efecto de la radio. En su gran época. A través de las secciones de discos dedicados, sonaba incansable, penetrando en los lugares más sorprendentes, brincando fronteras inaccesibles a la música gallega. Con altibajos, la popularidad llegó a nuestros días. Sólo en variantes discográficas de estos últimos años, la Fonoteca Nacional tiene catalogados treinta registros distintos. En lo que hace a tradiciones marianas y guadalupanas, la Rianxeira –desde el primer momento- comenzó a competir con “El 13 de mayo” de Fátima y con el rico cancioneiro mejicano.



La Rianxeira y el Milagro de Fátima

La conexión múltiple de la devoción, el fútbol, la copla y las primeras grabaciones tuvieron efectos fulminantes. Quiero contar una experiencia personal, pero que que certificarán los rianxeiros asistentes (caso de nuestro muy querido Luis Noya, que fue uno de los marineritos que condujeron las andas de la Moreniña rianxeira.

En Pontevedra se celebró una magna concentración mariana en 1958. Fue montada a mayor gloria del canto paraoficial del Movimiento nacional-católico en aquellos años:

El 13 de mayo/la Virgen María/bajó de los Cielos/a Cova de Iría…

En Pontevedra residía a la sazón Lucía, una de las tres videntes de Fátima (que, por cierto, tuviera visiones de su Virgen en el santuario rianxeiro de Guadalupe veinte años antes, cuando veraneaba en la casa de doña Cándida, en la villa de Rianxo). Todo iba conforme a guión, hasta que entró en danza una diminuta Virgen negra, tallada en cartón piedra, a imagen y semejanza del imponente modelo extremeño: la Rianxeira. En ese momento, incluso yo, que empezaba a gastármelas de descreído, sentí escalofrío. Hijo al fin de padre pontevedrés y madre rianxeira, no pude contener la emoción. En Pontevedra el Milagro fue el de la Moreniña de Rianxo. Y todo Pontevedra fue cantar. Ni siquiera hace falta que les diga cuál.

En definitiva, la Guadalupe del cancionero español dejó de ser extremeña. Se volvió entrañable y rianxeira. Hoy por hoy es el himno alternativo de Galicia.

La evolución final

Resumiendo, a partir de 2001 las dos representaciones, en sus formas actuales, se encontraron en Rianxo, por primera vez. En septiembre de aquel año lucieron, con sus brillantes acompañamientos folklóricos, gallego y zamorano, en el desfile procesional. Al año siguiente, la Rianxeira, que hiciera de anfitriona, viajó a la Sanabria con parecido acompañamiento. Desde entonces, el trajín de sus respectivas aficiones permanece.

La devoción de Requejo era –hasta 2001- meramente local, teniendo su día mayor el primer domingo del mes de julio. Apoyada desde Rianxo, a raíz de nuestras gestiones, atraviesa ahora una fase de vitalización interesante, según pudimos comprobar este mismo 2005, cuando hubo presencia exterior extremeña. Afectado gravemente el pueblo de despoblación, agravada su crisis por el desplazamiento del tráfico la carretera a Madrid a la autovía, tiene poco que ver con lo que fue. Incluso hace pocas décadas. Buscando remediar la situación, las autoridades han cambiado al primer sábado de julio la romería, buscando la concurrencia de sanabreses y portugueses de las inmediaciones.

Pero no sólo en Requejo se han operado cambios significativos. Hoy, a cuatro años de distancia, la iniciativa afecta a distintas comunidades españolas y ha penetrado, a través de Sanabria y Extremadura, en Portugal, llegando el interés hasta otros puntos de la España atlántica de tan alto interés como Sevilla.

Al margen de la aventura a partir de agosto de 2001, está claro que el mérito principal del desarrollo posterior corresponde a otros. Sobre todo, en mi concepto, a la tenacidad del presidente de la Comisión de Fiestas de la Guadalupe de Rianxo. Fue él quien batalló hasta conseguir lo que pudiera parecer más difícil o incluso inesperado: la entranda en danza de otras Guadalupes, y el interés despertado por el proceso en la propia madre común de todas ellas: la extremeña del impresionante santuario guadalupano. Hoy por hoy, ni siquiera se puede descartar que ésta visite alguna vez a cada una de las hijas echadas al mundo a lo largo de tan interesante proceso histórico. De momento, sus cantos y sus danzas vienen animando un juego de intercambios marianos de notorio interés.

Que un historiador laico, como yo, picado por la “peste” del agnosticismo desde su juventud, haya dedicado muchas horas al estudio de un movimiento social tan entrañable, no debiera extrañar. Consideramos un honor haber desencadenado un proceso en pleno desarrollo. Hoy por hoy, no sabemos siquiera a dónde puede conducir, dado que cuenta con todos los alicientes naturales, culturales, folklóricos e históricos.

Una nueva tradición ha nacido, en cualquier caso. La historia de la fiesta se ha hecho fiesta y, como historiadores poco convencionales, también nos sentimos orgullosos de haber contribuido a ello. En estos tiempos felizmente seculares, de turismo internacional, hasta las Vírgenes –con sus romerías anuales- tienen mucha tarea por hacer.

Agradecemos a los diarios “El País” (Madrid) y “La Voz de Galicia”, así como a otras revistas y publicaciones que sería largo mentar aquí, la ayuda que nos ha prestado en la fase de lanzamiento de la idea originaria.

3s comentarios

  1. Estimados amigos
    Genial, solamente falta incorporar la pieza da Rianxeira» y sentir el aroma del mar.
    Un abrazo

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