Como se asegura la elección del lider programado

Iñaki GabilondoNo son éstas las que han de ser en su día las Memorias de Tonio de José Antonio Durán. Tampoco son -siquiera a vuela pluma– un anticipo. Se trata, por el momento, de una primera aproximación, centrada en los niveles de ignorancia en que nos han situado los más perspicaces protagonistas del modelo que viene representando desde sus años de ideólogo radiofónico, Iñaqui Gabilondo, bien apoyado por su propia familia.

Fue la suya una escandalosa tarea de muchos meses. La ignorancia juega una parte importante de ese proceso.

Se trata por todos medios de esconder lo demás, para centrarse en lo que se considera primordial.

El Grupo PRISA destacó por su rigor. Realizó una tarea cuya única finalidad radicaba en ese ocultamiento para centrarse en lo que consideraban primordial.

Quienes fuimos muchos años colaboradores frecuentes del GRUPO, acabamos por renegar de esta fuente, típica del gabilondismo.

Las chicas jugaron su papel en este ejercicio continuado de presencias y olvidos.

No pocas abuelitas de hoy viajaron cientos de kilómetros hace medio siglo para visitarme allí donde residía, dado que pasaba por haber elaborado el mejor archivo existente sobre la mujer de cuantos se conocían en España en aquel entonces.

Acabaron -pienso, aunque sin pruebas concluyentes- renegando de aquella dulce experiencia de juventud. Se sumaron, en definitiva, a la hoy muy activa propaganda feminista.

Siguiendo una trayectoria que asumieron gustosos tanto los feministos como las feministas, todos engrosaron la causa gabilóndica. La línea oficial, por así decir.

Aquella lejana estancia en la Manchuela conquense y albaceteña también tuvo sus puntos emoción y chulería autoritaria que merecen conocerse. Uno de ellos conllevó, una detención incomprensible.

Resulta que era yo lo que aún no sabía: el primer españolito suscriptor y colaborador de El País, excelente diario recién nacido (1976). La chulería la protagonizó el ya por entonces célebre jefe de la Guardia Civil de la demarcación, muy dado a este género de actividades chulescas.

En aquella ocasión, acompañado de mi mujer y otra profesora de su Colegio, acudimos los cuatro, como todos los sábados del año, a la ciudad de Albacete. Yo conducía desde nuestra llegada un Dyane-6 con matrícula de Pontevedra, más que conocido en la comarca. Pues, a pesar de ello, se nos dio el “¡Alto!” a punta de pistola…

Al caer gravemente enfermo y ser hospitalizado de urgencia en Pontevedra, dada la imposibilidad absoluta de retornar a Madrid, fui sometido a una inacabable serie de pruebas diagnósticas que remató en la detección de una cirrosis hepática grave.

Dadas mis anteriores pasadas por los beneméritos quirófanos del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, me desinteresé de todo lo demás y convertí mi espacio hospitalario en un fortín inaccesible. Mientras tanto, gabilóndicos y gabilóndicas prosiguieron ajenos a saber nada de lo que yo mismo les había contado. Así pues, ni siquiera las insignes figuras de Juana de Vega y Concepción Arenal (dos damas gallegas de máxima relevancia internacional) fueron reconocidas. A pesar de la inmensidad de su obra y de la importancia social y cultural conquistada en su tierra por las mujeres… muchos años antes de que la nueva moda del feminismo oficialmente proclamado alterara las circunstancias, ellas eran célebres.

Dado el éxito del lavado de cerebro, el desconocimiento de la obra española del poeta alemán Hans Magnus Enzensberger (Para una crítica de la Ecología política, Barcelona, 1974) corrió una suerte parecida.

Incluso hubo quien creyó que era más conveniente la relación directa del gabilondismo con Portugal, dado que este país tenía un gobierno progresista, y era preciso a la línea dominante hacer olvidar a los sectores más recelosos del catalanismo de sus propios partidarios. Así se pudo vencer la resistencia de los sectores en desacuerdo con determinada suerte de pactos, si bien continuaron hasta hoy atrapados por los vaivenes de sus líderes con las cuestiones nacionales (una nación, una nación de naciones, autodeterminación), con sus consiguientes movilizaciones masivas contradictorias, violentas o pacíficas.

      La elección de Portugal fue un fiasco más, porque el Portugal al que se referían era fruto -una vez más- de su propia ignorancia. No había existido jamás.

Los portugueses, en efecto, nunca tuvieron nada que ver con España. Contra lo que sostenían los progres ignorantes, Portugal venía siendo desde tiempos del Bonapartismo un Estado centralista, receloso de cuanto España significaba. Como tal, sufrió las consabidas alianzas, a las que España había contribuido al participar activamente en esas ocupaciones

Yo tuve la gran fortuna existencial de disponer de excelentes amistades intelectuales que me alertaron de muchas otras peculiaridades de estos neoprogresistas, así autoproclamados.

Hubo dos aprendizajes que por su evidencia no olvidé jamás. Aún hoy ayudan a entender el nivel de ignorancia rancia a que me refería.

Por el primero, aprendí -ya para siempre- que la llamada izquierda política sólo es la izquierda de la derecha (la innombrable). Por eso quien me puso en antecedentes solía acompañar su punto de vista, con el chiste corrosivo de que no hay nada más parecido a un tonto de derechas que un tonto de izquierdas, aunque este último tenga “buenos” títulos universitarios (pues estos títulos -como quienes los ostentan- estaban tan devaluados como todo lo relacionado con la Universidad Española) Asunto grave porque atañe a izquierdas y derechas -que son uno y los mismos según esa experiencia- en el desvarío universitario general.

A pesar de las evidencias en contra, al comparecer nuevos grupos de activistas, aquel olvido les vino bien para insistir en el mismo asunto desde otro ángulo.

Serían guerracivilistas y -como tales- la división de derecha (progresista, de no se sabe en qué causa) se debían distinguir los de todos los demás. Lo importante era mantener la tensión civil existente, único modo de seguir hablando de oposiciones binarias. Como ellos se las daban de progres, los demás serían reaccionarios de no se sabe qué causa.

Nunca llegáramos a saber a qué progresismo se referían, y no se debe olvidar que en una situación semejante se destapó un progre de la época dando el grito de ¡Viva la Reina! Se lo agradeció -es natural- la reina Cristina. Esto es: la cuarta esposa de Fernando VII, los padres de la futura Isabel II, la reina-niña.

Del mismo atajo y con mucho trompeteo, llegaron a afirmar urbit et orbe que en España acabaron con ¡todos! los dictadores del universo al sacar al general Franco del Valle de los Caídos…

Los reaccionarios se vienen revolviendo contra incultura semejante, recordando que las guerras mundiales dieron prueba de que no se mata a un dictador dejando vivitos y coleando a todos los demás. Nuestro paisano Santos Juliá explicó algo de esto poco antes de morir…

No fue el único fiasco. El caso de las estatuas -¿recuerdan?- que pertenecieron al Pórtico de la Gloria (sin abandonar su antiguo interés por un asunto que también conduce a los herederos del general Franco) perdió un tanto su condición de privilegio… Volverá a rodar de forma escandalosa años más tarde, cuando aparecen ligadas al botín de guerra con que se premió el silencio sobre los asesinos de julio de 1936, asunto jamás tratado con el rigor que merece.

Bien sé que habría mucho más que decir de esa clase de cuentos e historietas a dónde conduce la ignorancia, pero ya advierto que el cansancio y el aburrimiento me va sacando del fondo de la historia gabilóndica, para sumirme en las sombras de mi enfermedad. Al fin yo sólo soy un abstinente histórico, empeñado en hacer ver que eso del gabilondismo es otro alarde de desconocimiento e ignorancia, que sus líderes son incapaces de erradicar porque les va en ello la falsa antítesis que ellos mismos han construido al hablar de todo lo que su sempiterna ignorancia desconoce y que las Memorias de Tonio -si su salud lo permite- proyecta tratar con la atención que su asunto merece en LA CUEVA DE ZARATUSTRA.

Salud y resistencia. Se lo desea este abstinente irrecuperable, herido –acaso de muerte- a los 78 años.